
Aparte de la practicidad del Wing Chun como defensa personal y de la diversión entrenando con los compañeros, para mi es un perfecto equilibrio entre, por un lado, el cuerpo -mejorando potencia, fuerza, agilidad, reflejos, coordinación, percepción muscular- y por otro, la mente -ayudando a la concentración, autoestima, conocimiento del cuerpo. En definitiva, el bienestar completo.
Me enganchó desde el primer día y, como dice Sifu, todavía quedan muchas horas de vuelo (apasionantes, seguro)